El viernes 14 de noviembre, decidimos ir a Taramundi a visitar a los amigos, a los artesanos de la navaja. Sucede que antes procurábamos verlos a todos a costa de sacrificar una conversación distendida y ahoranos paramos lo que el momento quiera dar de sí. Estuvimos en Vilanova con Manuel Calvín, un grandísimo artesano y una mente que se sale de lo común por su capacidad de inventar, de reutilizar máquinas y darles un nuevo uso, un aprovechamiento distinto enraizado en el trabajo tradicional sin restarle ni un ápice de autenticidad.
Claro que hablar de la cuchillería de Manuel Calvín también es hacerlo de su madre, Pura García. Es ésta una mujer de ojos menudos y vivaces, que habla del oficio con más propiedad que cualquier erudito porque su vida no fue ajena a las de las navajas tanto en vida de su marido Amancio Calvín, como en la de su suegro y ahora en la de su hijo.Es cierto que sus movimientos acusan el paso de los años, no así su mente que permanece ágil como en sus mejores tiempos. Practica desde siempre una hospitalidad antigua y proverbial, que no sufre merma alguna, abriendo su casa siempre a todo el que acierta a pasar por allí; lo que dice mucho a su favor, como también lo hace de la tierra en la que vive.
_ "Vení a tomar una café conmigo, antes que otra cosa sea"-nos dice.
Luego se acerca y habla con tanta sabiduría, con tanta verdad, del mundo, del oficio de las navajas, del futuro, que uno tiene la sensación de aprender más en media hora con ella, que viendo cien telediarios. No rehuye ningún tema y se siente segura en todos. Lo mismo de la cría de la vaca en el pasado y en el presente, de la huerta, de los árboles, de las gallinas o de la cría de las perdices en cautividad.Y qué decir de la navaja. Aquí podría escribir un tratado. Toda la vida lijando, apoyando y dando esas vueltas en la sombra, necesarias e imprescindibles para que todo funcione. Ahora, exponiendo con sabiduría sus ideas, para que tan noble oficio sea capaz de coexistir con éxito en un mundo cada vez más global y complejo.
En la imagen con su hijo Manuel, admirando en sus manos un rasero, que un rato antes era una varilla de hierro y que a golpes de fuego y martillo, ha sabido darle vida
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