Ayer 26 de mayo, Caliao despidió a Juan Portugal Miguel, uno de los suyos, un hijo de esta tierra.Tal vez esta imagen sea una de las últimas, tomada a finales de marzo, que nos lo muestra tal como era, en la cocina de su casa.
Era uno de los últimos de aquel numeroso grupo de coetáneos nacidos en 1925. Quedan Juan Ramón Gonzalo en hombres e Isabel Calvo y Olga Fernández en mujeres.Los ciclos de la vida se hacen inexorables y con cada pérdida me queda una sensación de derrota, como si esta tierra lo fuera cada vez menos.Todos ellos forman parte de la vida colectiva y también con rotundidad de los recuerdos de cada uno. Por eso creo que todos sentimos que El Raposal ya no es lo mismo sin él; por más que los que quedan quieran cerrar el hueco de quien falta como en las guerras de la antigüedad, como los hoplitas griegos. Pero el grupo será cada vez más pequeño, y esa es una verdad tan incuestionable como hiriente.Parece que cuando se van, llevan consigo un trozo de este pueblo.
Podemos afirmar que Juan fue un hombre con suerte, que pudo vivir en su casa de principio a fin, "facer la so vidina", como me decían sus hijos, mientras las piernas fueron capaces de sujetar su cuerpo y finalmente, poder morir en su cama. Mientras pudo, gustó de salir todas las tardes a dar su paseo, "a quita-y un piazu al día". Primero lo hacía hasta el Pandón, donde estaba su sobrino Roberto; más tarde, cuando ya no podía igual iba hasta Coliglesia y finalmente ya se quedaba en La Sevillana, en la tertulia de donde lo de Urci, siempre acompañado por los suyos.
Estuvo muy bien cuidado. De ello se encargaron sin desmayo sus hijos Juan Antonio y Mª José que hicieron todo lo humanamente posible para que tuviera una vida plena sin que le faltara de nada. En lo demás ya no pudieron hacer más de lo que hicieron."El alma sólo es de Dios", afirma con rotundidad P. Calderón de la Barca en La vida es sueño. Como quiera que lo miremos los designios de la vida nos son ajenos, no nos pertenecen.
"Venimos colos dis cuntaos", repite como un mantra mi padre a todo aquel que quiera escucharlo.Y es verdad.
Descanse en paz.
Fuente: Juan Antonio Portugal Fernández
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