PEPE EL DE NEDINA

28 de enero de 2018

Pepe el de Nedina(José Cabeza Calvo) en el portal de la cabana de Les Campes.

Lo primero que hago en Caliao cuando me levanto, de camino al baño, es mirar la chimenea de Pepe y Enedina porque todos los de aquí sabemos de ese lenguaje mudo de las chimeneas que nos hablan del estado de los vecinos, de la vida que se renueva cada mañana, de sentir que no estamos solos, si ya se han levantado, si ya están en sus quehaceres cotidianos. 
Nuestro querido Pepe el de Nedina, que así lo llamamos siempre en esta casa, nos dejó el 16 de enero, sin esperar a cumplir los 92 años en marzo y ya lo estamos echando mucho en falta. Era una buena persona y un buen  vecino, que siempre estaba en casa cuando hacía falta sin llamarlo. ¡Cuántos partos, Pepe¡Cuántas veces viniste sin llamarte!¡Y cuántes veces entresti na corte, miresti la vaca pa sentenciar sabiamente: "Pos tovía non ye pa hoy", 
Esas eran las relaciones de vecindad, todos los días pasando más de una vez delante de casa, parándote bien mi madre, bien con mi padre, bien con Arturo o conmigo, para charlar de nuestras cosas sin prisa, porque una de tus virtudes fue entender el mundo sin prisa, a un ritmo de vida tranquilo,  sosegado pero sin paradas demasiado largas, porque siempre estabas haciendo algo."Posa llarga, gasta'l día"- decía mio madre- y tú ejecutabas esa partitura a la perfección.Era ese ritmo continuado, como los latidos de un corazón,  lo que hacía que tus cosas estuvieran siempre hechas y aún te sobrara tiempo y ganas para ayudar a los demás. 
Te gustaba "forgar" y cuando "el tiempu no estaba pa otra cosa" era frecuente verte "faciendo collares, angazos o echando un mangu a daqué ferramienta.
- "Ahora non fuergo nada"- me decías estos últimos años. Ya lo habías hecho.
Miro ahora la fotografía que encabeza estas líneas (si mal no recuerdo, creo que salió de tu casa) y te veo tal como eras, tal como quiero recordarte,en estado puro, en plenitud, llenando el portal de la cabana de Les Campes, coles coricies y los calzos de llana, el angazu preparáu pa facer daqué, la sonrisa de satisfacción en la cara y la cabana abierta, en actitud de acogida, como siempre facisti. Ni una sola vez pasé per ellí, que non te empeñares en que tomara daqué. Por eso, cuando dejaste de ir y tuve que pasar, aquello ya no era lo mismo, porque mi paso por  Les Campes está ligado a tu recuerdo y lo va a estar siempre. Bueno, el mío y el de muchos y así se lo hice saber a los cercanos.
Últimamente, cuando ya dexesti de ir a Fresnéu, pasabes a les oveyes per delante de casa. Charlábamos. Te sentabas con mio padre en la tenobia y yo admiraba vuestra conversación: Mio padre hablando más que tú, repitiendo todos los días lo mismo, que ahora no había probes, que los susidios habín cambiáu la vida de la xente, que agora non se vivía del ganáu...tú apostillando daqué cosa de vez en cuando y yo preguntándome si os estaríais enterando, los dos tan sordos y repitiendo diariamente esas charlas o soliloquios, sólo vosotros lo sabéis.
Llenabas mucho, Pepe, porque parabeste equí, después facislo más alante con Pepín y Aidé hasta llegar a la Güerta de la Fontina a llevar daqué a les oveyes, que na más vete ya sonaben berrar y venín escontra ti a carreres. A la vuelta, volvís a parate, más allá ibes a ver a Manolita y José Antonio o botabes a ver a Amor y sabís facer  quintana, vecindariu, pueblu...


Les oveyes de Pepe en la Güerta de la Fontina, con la que había paríu cinco corderos.
Yo ya oía el cayáu dar embaxu desde la cocina y ya salía a vete y platigábamos un pocu. Aquel sábado pela tardi cuando venís de les oveyes y te pregunté cómo andabes, dixistime que regular, que te dolía la riñonera.Non te paresti y siguisti pa to casa.
 Aquella fue la última vez que pasaste, porque horas después te dio el ictus y se desencadenó todo. 
Ahora sólo puedo decirte que te echamos mucho de menos, que hasta mio padre preguntó: "¿Qué ye de Pepe?" la semana pasada. Le dimos una disculpa.para salir del paso. Así que donde quiera que estés, querido Pepe, un abrazu muy grande y hasta siempre.

CIEN DÍAS DE SOLEDAD

27 de enero de 2018

Vista de la mayada de El Castiellu desde la de La Robre

Ayer 26 de enero de 2018, tuve la suerte de poder asistir a  la presentación de la película de José Díaz "100 días de soledad" en Caliao. La proyección se realizó en las instalaciones de Tierra del Agua. Además del protagonista, también asistieron el productor, José María Morales y el autor de la banda sonora Pablo Díaz, a los que pudimos saludar, dado que el acto se realizó como en familia . Su presentación en las salas de cine convencionales, tendrá lugar el 16 de marzo en toda España.
Asistimos emocionados un pequeño grupo de personas de Caliao o de la zona a la que resultó ser la tercera presentación oficial de la cinta; después de la primera en el festival de cine de naturaleza en EEUU, donde logró ser finalista y por tanto el espaldarazo para  un éxito asegurado. Luego se presentó en Asturias, en la Universidad Laboral (Gijón), con la asistencia de más de mil personas y ayer aquí en Caliao.
Comenzó el acto con unas emocionadas palabras de José Díaz, añorando a su gran amigo Pepe el de Nedina, a quien va a dedicar la película. 
Como era de esperar y en lo que a mí respecta, la película fue capaz de mantenerme las emociones a flor de piel desde el primero hasta el último segundo. Evidentemente tiene muchas lecturas y paradójicamente, muchas más para quien tiene los ojos acostumbrados a estos paisajes. 
En primer lugar, podríamos pensar que es una obra para el deleite de los sentidos: imágenes y sonidos son tan explosivos, de una belleza tan cautivadora que resulta difícil destacar un fotograma, aunque al final siempre hay alguno que pervive por encima de los otros. Los sonidos de la naturaleza conviven con la banda sonora  en un mestizaje fantástico, de tal manera que parece que ambos se esfuerzan en potenciar al otro y no restarle ni un ápice de protagonismo. La fuerza de la naturaleza hace que convivan la sobriedad de la lluvia con la persistencia del viento, el sonido cautivador del agua de un arroyo, con el silencio adormecido de la nieve en el bosque; el feedback de los primeros planos, con los planos generales; los farallones de caliza con los del bosque; los grandes árboles con los planos de sotobosque limpio en el hayedo; la explosión multicolor del otoño con el blanco uniforme de los paisajes nevados. Lo mismo cabría decir de la fauna, en la que cada animal reclama su parcela de protagonismo. Esta visión que llena los sentidos... ¡y de qué manera!, parece empeñarse en dar las coordenadas de Caliao, del Parque Natural de Redes, como una invitación ineludible a caminar, a disfrutar de una geografía que permanece pura a los ojos y al corazón de cualquiera que le apetezca visitarla.


El Yanón, en la Robre. Y las vacas que hubo un tiempo que yo llamaba por su nombre, conocían mi voz y venían  corriendo.
Otra mirada, no sugerida sino  que ya figura de forma explícita en el título con la palabra "soledad", invita a explorar los sentimientos; los del autor y los propios. Es un tomar cada uno su brújula personal y buscar lo verdaderamente importante. Estos son otros paisajes, los del alma, donde pastan los que se fueron, los que José Díaz refiere de forma nominal y hace que los ojos se nos llenen de lágrimas. Es una invitación a la mirada interior, a la búsqueda de lo más auténtico de nosotros  mismos, alejados de la prisa y de los ruidos cotidianos. Es la misma búsqueda que a través de la historia emprendieron otros; la misma que se refleja en esos pequeños cenobios medievales que encontramos en los lugares más inhóspitos. Es esta otra mirada  la que anima a ver la película una y otra vez, porque cada uno debe gobernar su propia búsqueda, la meta que se proponga, su propio destino. 
José Díaz nos deja claro que el camino de la felicidad no está en tener cosas sino más bien en descubrir la fuerza interior que cada uno llevamos dentro  y que nos permite ver y sentir todo de otra manera. Es la misma mirada del "Tener o ser" de Erich Fromm.
Algún día, José , encontraremos un rato y hablaremos de ello. Porque cuando algo habla de los sentimientos universales viene con vocación de quedarse. Por ello esta película va a permanecer mucho tiempo y, a ser posible, que todos lo veamos.


El Puertu de Contorgán, desde el Pandu Braña Gallina

LA TENTACIÓN (H. 1997)

6 de enero de 2018


No pude resistir la tentación de robar esta foto. Seguramente fue hecha por Fermín F. Corte y la vi publicada en un foro de amigos. Estamos delante de su casa, en El Gurugú en Caliao. Evidentemente todos sufrimos los estragos del tiempo, unos más que otros. Sólo el pequeño Carlos Rodríguez Isoba, tuvo la fortuna de crecer y hoy es un apuesto mozo de 22 años, con todo el vigor y la plenitud de los años. Podemos datarla en torno a 1997.
En el centro, y no es una metáfora, está el maestro Pelayo Portugal Prieto con su discurso habitual de gran narrador y todos los demás, atentos a lo que dice, sin perder ningún detalle. Es el Pelayo en estado puro, la camisa a lo legionario, en "coricies", con el "pitu" entre los dedos de la mano izquierda como si fuera una prolongación de la misma y la expresión tan campechana como para indicar que el mundo siga girando, que él tiene suficiente con ese momento. Hoy que tenemos que acostumbrarnos a su ausencia, nos resulta difícil porque era insustituible: Siempre el centro de atención, siempre cautivando al auditorio, siempre llevando sus narraciones al límite, hasta la duda razonable entre la realidad y la fantasía. Por eso era un contador de historias tan excepcional.
Los demás, de izquierda a derecha, Chema, en madreñes; Jaime Alonso, apoyado en el muro con los brazos cruzados; Pablo Miranda Portugal y yo mismo, también en "coricies y calzos de llana"¡Qué tiempos en los que había quién "filar"! Al fondo Carlos Rodríguez, que tendrá dos o tres años.
Viendo la vegetación del fondo y la ropa que traemos, intuyo que esto debía ser a finales del verano.
                                                  
Carlos Rguez.

Fuente: Fermín Fdez. Corte

JOSÉ CASTAÑEDA LUCAS

3 de enero de 2018

El teniente de carabineros José Castañeda Lucas es el primero por la izquierda.

Hace tiempo que tengo ganas de escribir sobre él por muchas razones y como sólo queda un hijo para corregirme,  no puedo tardar demasiado en hacerlo. Todo lo que sé de su vida, lo sé de oídas y siempre me pareció que su vida tenía la fascinación de las novelas, ahora que soy consciente que la realidad puede superar a la ficción y casi siempre lo hace. Parece la historia de un hombre surgido de la niebla en la que sus orígenes se difuminan tanto que es difícil ponerle un principio. Nació en Calzada de Valdunciel, provincia de Salamanca, localidad situada en la carretera de Zamora, a 13 km. de la capital. Echando cuentas, debió suceder hacia 1872. Era huérfano total  y lo que se sabe es que se crió con una familia que lo trató como a uno de los suyos, solo que al llegar a los veinte años se dio cuenta que él en realidad allí no tenía nada y al igual que el otro salmantino universal, el Lazarillo de Tormes, se lanzó a recorrer mundo.
Entró en el cuerpo de carabineros y lo destinaron a Marbella, donde conoció a la que habría de ser su mujer, Isabel Lara Reinaldo y con ella fue recorriendo destinos, en muchos de los cuales nacieron sus hijos. La mudanza se convirtió de este modo en algo inseparable de su vida.
Así fueron naciendo Pepe en Marbella, Anita, en la Línea de la Concepción (Cádiz); Pilar en San Roque (Cádiz) y de allí la estancia por tierras de Cataluña, con varios destinos, entre ellos, Vilanova y la Geltrú. Esas localidades, aunque Pilar me las dijo muchas veces, no las apunté  y hoy soy incapaz de recordarlas. Pero como Isabel Lara no callaba con la cantinela de "mi  Marbella", en ese rodar y rodar, siempre estaba el pueblo de sus orígenes como brújula marcando un destino. En esas estancias temporales con destino en Marbella, nacieron Anselmo y Manolo; este último en la calle Peral, que todavía existe. A Carlos le tocó nacer en San Lorenzo de El Escorial (Madrid).
Pero era tan fuerte la querencia del Mediterráneo y tal la quejumbrosa letanía de "mi Marbella", que Julio ya nació en  San Luis de Sabinillas, pedanía perteneciente al término municipal de Manilva, donde presumen de las mejores uvas moscatel del mundo. De ahí a Casares, en la costa del Sol, donde Manolo nos contaba que se asomaban los burros a las ventanas porque era un pueblo inclinado y nos matábamos de risa. Casares, lugar de nacimiento de Blas Infante, padre de la patria andaluza, coincidiendo ambos personajes en la misma localidad  y la misma época.
Y finalmente Marbella. Otra vez Marbella con su peregrinaje particular por la localidad. No puedo precisar cuantas casas habitaron.Vivieron en la Plaza de los Naranjos, junto al Ayuntamiento, lo que hoy es la zona más noble del pueblo. Pero entonces sucedió que Anselmo, del que sus hermanos me hablaron maravillas, no pudo con la tuberculosis pese a sus dieciocho años, e Isabel Lara dijo que no quería vivir más en esa casa en la que había muerto un hijo y se mudaron a una casa de pescadores en la primera línea de playa, que por aquel entonces estaba rodeada de arenales. y de ahí a la que yo conocí, casi pegada a la anterior, en la avenida Antonio Belón.
Y para que no faltara nada, vino la guerra civil y el crucero Baleares, según me contó Pilar, bombardeó el pueblo y se produjo "la desbandá". La gente marchó con lo puesto en dirección  a Málaga y en esa marabunta de gente que huía, se perdió Manolo, que tenía seis o siete años. Por uno de esos milagros que a veces suceden, acabaron encontrándolo, preguntando a la gente  en semejante desbarajuste. Después de llegar a Málaga, el regreso y el final de la guerra y el hambre, como en el resto del país.
Para buscar una solución, el teniente Castañeda, que ya estaba retirado, atendió la solicitud de oficiales que hizo el ejército vencedor por haber muerto muchos en la contienda. Debían trabajar en la dirección de los campos de concentración, pero él iba con las cartas marcadas. Primero estaba la suspicacia de haber pertenecido a un cuerpo que se mantuvo fiel a la república y en segundo lugar actuar con humanidad, siguiendo los dictados de la conciencia. No obstante, para algunos de sus compañeros que tal vez no conocían la expresión latina "Vae victis" (¡Ay de los vencidos!), pero que querían humillar a quienes habían perdido la guerra, acabaron denunciándolo por no actuar con el rigor necesario y fue expulsado de aquel trabajo en Ciudad Rodrigo (Salamanca) y no sólo eso: Le quitaron su pensión y él y su familia vivieron durante tres años de la generosidad de los vecinos, seguramente para demostrar que antes de recoger hay que sembrar.
Pasado este tiempo, se encontró con un militar conocido y al contarle el caso le pareció tan injusto que movió los hilos suficientes y le fue devuelta la pensión y los atrasos correspondientes al periodo en el que le fue retirada.
Otro tipo represalia más larvada que alcanzó a sus hijos, prefiero guardarla para mí, porque tampoco ellos querían hablar mucho del tema.
El teniente José Castañeda Lucas murió en Marbella en 1956 a los 84 años y allí está enterrado junto a su mujer y casi todos sus hijos, al amparo de la brisa marina y La Concha, detrás, como un totem protector.