Hay imágenes que se convierten en entrañables bien sea por el momento, por la situación, por los personajes, por el encuadre o porque la mirada de quien captura la escena así lo percibe. Puede ser por alguna de estas razones, por varias, por todas al unísono e incluso por cualesquiera otras que a quien mira se le antojen. Supongo que todos los momentos son irrepetibles, pero algunos tienen más significado que otros. Es lo que me parece que sucede con éste.
Es que el Día de Ricao. Cuando llegué a la ermita, unas cuantas mujeres estaban sentadas en los peldaños de la entrada, esperando pacientemente que alguien abriera la puerta para entrar y sentarse dentro, al amparo de la protección de la santa.
Y allí estaba mi madriona, Serafina Calvo, y no pude resistir la tentación. Cogí la cámara sin decirles nada me dispuse a capturar el momento, a sabiendas de su repulsión a las fotos. Pero como se dio cuenta, se dispuso a escapar, aduciendo que ya la había retratado muchas veces y que no se me ocurriera, que le parecía muy mal. El hecho es que le robé estas dos imágenes que me gustan mucho y que en este momento cuelgo aquí. Como sé que me quiere tanto, tal vez me absuelva y me perdone el atrevimiento. Lo que no se imagina es lo importante que es la imagen para mí y la satisfacción que me produce tenerla cerca, aunque sea por este medio a falta de otro. Disfruto con su compañía física y me siento a gusto con su imagen cerca.
Sentadas permanecen Zulima González, Ángeles la de Emilio Calvo (el de Petronila) y Bibiana , su cuidadora.
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