Aunque su nombre era Antonio Blanco González, para los lugareños era Antonio el de Gerardo. Vivía en La Infiesta (La Felguerina) y el lunes 18 de diciembre nos tocó despedirlo. Siempre me quiso y yo siempre lo quise a él, supongo que porque crecí viéndolo "andar a l'herba" en el Colláu, detrás de El Cau.
Lo mismo que él a nosotros.
Hablo de otros tiempos en los que la compañía visual de los otros formaba parte del paisaje, mientras se trabajaba y se encontraban por los caminos y se oía a la gente cantar por los sitios y no había esa sensación de soledad que hay ahora.Esa compañía visual era muy importante. Quién lo vivió lo sabe.
Antonio era una persona muy generosa, pero muy particular. Siempre inmaculado, sin un pelo fuera de lugar, no le gustaba que nadie le hiciera favores porque quería devolverlos doblados y lo hacía.
Hace muchos años, en una feria de octubre en Casu, yo andaba por lo de la artesanía y estaba viendo "les cuyares de maera". Antonio se acercó a mí y me preguntó si me gustaban.
-Home, sí, le conteste. A los que somos muy manibardos, siempre mos gustó lo que fuerguen los que saben.
-Pues tengo de traete yo una cuyar.
Pese a mis protestas lo hizo y no me trajo una, sino dos. Me las llevó a un entierro en Buspriz, al que los dos fuimos sin encontrarnos y me las volvió a llevar a otro en Caliao. Cuando sacó del bolso de la chaqueta semejante joya, yo no daba crédito. Se lo agradecí tanto porque aquello era algo extraordinario.
Un día se las enseñé a mi padre y vi como las miraba en silencio, les daba vueltas, posaba una y cogía otra y así durante un largo rato. Al final acertó a decir: "Bueno, non sé dicer cuala está meyor fecha".
Son las cucharas que encabezan estas líneas. Son como para la miel .
En mi infancia, "en cae mio güela había una cuyar de la miel" que utilizaban todos directamente, cuando se tomaba "una cuyarada de miel como melecina". Lo mismo que el vaso de la sidra. Ni con la "cuyar de la miel", ni con el vaso de la sidra sé de casos de contagios. Eran "cuyares muy dibujaes" como estes.
Yo por aquel entonces no sabía del enorme talento que Antonio atesoraba para la talla de la madera. Pero en una ocasión en que le comenté mi admiración a un amigo que lo conocía bien, supo decirme:
-"Antonio fuerga les reyes de un portelleru de azáu y naide diz que non son de sierra". Creo que no se puede decir más con menos palabras.
Se nos fue Antonio y a mí se me fue un amigo al que voy a echar de menos, con la misma figura de siempre, con su chaqueta y su cayáu y el peinado como recién salido del baño.
Descanse en paz.
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