En esta incipiente primavera de 2012 me gustaría dedicar un recuerdo especial a todos aquellos que por razones que no vienen al caso tuvieron que abandonar su patria chica, sufrir el desarraigo de los recuerdos de su infancia y buscar nuevos horizontes con la sana intención de volver algún día. Unos lo lograron, otros prolongaron el deseo en sus hijos, criándolos como si nunca hubieran abandonado el terruño, haciendo bandera de aquella frase oída y repetida hasta la saciedad de que "no hay peor desgracia que nacer en mala tierra".
Y como todos los que partieron pasaron sus días imaginando "un furacu" para ver la tierra de su infancia y un "senderín" para volver (¡Cuántas veces nos lo dijeron!); de alguna manera "esti furacu en la llata de una sebe" es una buena disculpa para llenar siquiera metafóricamente ese hueco y saldar con ellos una deuda de gratitud, o cuando menos, hacer que en este caso la distancia no sea el olvido.Para muchos que marcharon de mayores, al fondo de estas imágenes está "el monte", un recurso de vida para los de Caliao, pero también una fuente de vivencias y de solidaridades necesarias, una seña de identidad, un lazo de unión que primando lo colectivo por encima de lo individual daba sentido a todo.Todos los que un día tuvieron que marchar de estas tierras lo entienden.
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