Siempre oí aquello de que "un hombre sin navaya no es nada". Siempre me hizo gracia la expresión, oída siempre en ambientes rurales. Ahora ya sé que cada tipo de navaja tiene un usuario. Al menos uno.
Por supuesto que en la actualidad, aquel uso práctico de la navaja, aquella finalidad multifuncional de la navaja que lo mismo se usaba para comer que para cortar un palo, va quedando menguada en la misma medida en que retrocede la vida campesina. El guión exigia una navaja de argolla fuerte, sin concesiones ni a la galería ni al adorno.Dicho esto, debemos pensar que en la actualidad el uso de la navaja es otro y en mi caso no es menor tenerla en la mano, contemplarla y disfrutar de su belleza, por más que soy de los de la navaja de uso diario, exigiéndole en este caso un buen filo. Como se puede coligir, soy un apasionado de la navaja artesana y más que nada de la navaja de Taramundi. Son artesanos de mi tierra y llevo tantos años disfrutando de su amistad, aprendiendo con ellos, compartiendo momentos con ellos, que en lo personal, hablar de la navaja de Taramundi, es sumergirme en un mundo de recuerdos y de personas, muchas de las cuales ya han fallecido.
Hoy quiero presentar aquí las últimas creaciones de Manuel Calvín, uno de ellos, hijo y nieto de artesano de la navaja, portador de una tradición heredada y capaz de innovar constantemente, hasta el punto que ha sabido construir un universo propio, como sucede con todos los creadores, desarrollen su trabajo en el ámbito que sea.
Otros modelos combinando dos maderas o bien de una sola, con las tradicionales boj y tejo. Se les aprecia más perfilada la culata.
Manuel Calvín García
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