PEÑA MEA

2 de febrero de 2013

Peña Mea para los del concejo de Laviana es más que una montaña, un icono, un símbolo. A los de por aquí, nos basta con cerrar los ojos para verla con inusitada claridad. Casi podemos afirmar que para los de este concejo es una seña de identidad.
Es una montaña y una silueta de montaña. A decir verdad, a mí me parece la silueta de montaña más "guapa" que se pueda imaginar. Si nos diera por jugar como El Principito y le pidiéramos a alguien : "Recórtame una montaña", veríamos con asombro, casi como por arte de magia, que se parece a Peña Mea.

Fuente: Raquel Gutiérrez Álvarez

Peña Mea.

Si nunca subisti a Mea
nun sé a qué tas esperando,
pués dexa'l coche n'es Campes
y subir tranquilu andando.

Si yes de per aquí alreor
y nun subisti xamás,
la verdá yo nun lo entiendo
¿Pa qué quies esperar más?

Como el que faes per la senda
nun pienses que ye un paseo,
ye empinao que se tira a ún
en cuantu pases Fresneo.

Les vistes que hay desde riba
en la vida les verás,
ves la playa de Xixón
y hasta pescando en Candás.

Merez la pena ver "el güeyu,"
coses de la naturaleza,
que sea un furacu tan reundu
nun te coge na cabeza.

Arriba vas topar la fuente,
oveyes y cabres bastantes;
si los llobos afamiaos
nun pasaron per allí antes.

Con la pila excursionistes
que suben con les mochiles
no sé que faes que nun subes
paez que nun espabiles.

Vivir n'a falda de Mea
date bastante prestigiu
¿Mejor que aquí onde vas vivir?
Dígotelo yo, en niún sitiu.

Al baxar pues tomar algo,
una de sidra bien fría;
tienla Xuan de bien temprano
ente'l agua ya metía.

Pues traer la camaruca
y sacar semeyes bastantes,
¿Onde lo visti más guapo
que nun sea el valle Les Campes?

Fuente de imágenes de las capillas: Nerea Rguez. Gutiérrez

Raquel Gutiérrez Álvarez. La Cuesta Riba.


ELEGÍA A UN MINERO

Trabajé diecisiete años en Villoria , viví dos años allí y en Villoria nació mi hijo (que es quinto de Gil y de Toni si no me falla la memoria). Me trataron tan bien, que nada de lo que ocurra en su valle me resulta indiferente. Creo que hablo con conocimiento y reconocimiento. Como por razones de trabajo estuve en contacto con los maestros/as de la escuela rural de entonces, por cuenta de esa relación, conozco bastante bien el Valle y a sus gentes. De mis compañeros, mejor debo decir de mis amigos, donde nos encontramos, nos alegramos de veras, retomando nuestra relación donde la dejamos para ponernos al día. También figuran entre mis amigos muchos de aquellos padres entusiastas que supieron hacer piña en la comunidad educativa que les tocó vivir y formar parte activa de la misma, defendiendo con uñas y dientes cada propuesta que entendían iba a mejorar la escuela y la realidad social. Y si puedo hablar bien de todos, espero que me permitan recordar a mis vecinas Sara Carcedo, Marcela Barbón, Nieves Díaz y Lola, sin que nadie se enfade. Ellas, que eran gente mayor, sabían representar como nadie esa solidaridad antigua, esa idea del acogimiento sin tapujos que nadie en su sano juicio puede ni debe olvidar. Aquel "si te hacen falta sillas, si te hacen falta platos, vienes a mi casa..." sigue estando tan vivo en mi cabeza como en aquellos días. Lo he dicho en todos los sitios que he podido. Aunque Villoria solo hubiera contado con esas cuatro personas -que contaba con muchísimas más- debe saber que ellas solas hubieran bastado para honrar al pueblo y ponerlo en el lugar más alto. A mí me trataron como uno de los suyos y lo hicieron sin meter ruido, pero con tanto cariño y con tanta intensidad que si hubiera pedido la luna se habrían arreglado para traérmela. Por tanto en su nombre, mando un abrazo a todos los de Villoria y a mis amigos del Valle, aquellos padres con los que tantas cosas compartimos, con los que trabajamos tanto y que tenemos tantos recuerdos en común.
Por otra parte, esta tierra, este valle, aúna la montaña y la mina en su alma. Yo conviví con ellos muchos años; me contaron historias del presente y del pasado que ponían los pelos de punta. Aquellos mineros de brazos cincelados y de ojos remarcados de polvo de carbón que la ducha del final de la jornada no fue capaz de arrastrar.

José Gutiérrez Suárez "Fresneo". La foto me la manda quien escribió el poema, su nieta Raquel. He visto la misma imagen en el libro de Albino Suárez "Los que no volvieron"


La mina de Fradera.

Crecí siempre con la pena 
viendo llorar a mio güela, 
¡Ay! Matóseme José 
en la mina de Fradera. 

Cuando lloraba dicía 
coses que yo nun entendía,
que mala espina me dió
tanta xente que venía.

Baxó un peñón y estripote 
nunca volvisti pa casa,
nun llegasti a retirate,
lo poco que te faltaba.

Cuando crecí llegué a entender
que por respetu a mio güela,
siempre tábemos de luto
llorando por esa pena.

Cuando te pasa algo así
ya te marca toa la vida,
vives con el mal recuerdu
de la traidora y negra mina.

Tiénes-y odiu, respetu
y mieu hasta aborrecer,
pero tienen que volver p'allá
si en casa queréis comer.

En la mina de Fradera
perdió mio güelu la vida
cuanto taba trabayando
cayó-y un costeru enriba.

Dexó viuda y cuatro fíos
y a la familia destrozá,
na más quedó el so recuerdu
y nun se pudo facer na.

Aunque paezca muy duro 
ye la pura realidá,
un abrazu a les families
y que nun caigan más allá.

Raquel Gutiérrez Álvarez. La Cuesta Riba.

LEONTINA Y BEATRIZ

 La imagen es en la reciente fiesta de San Antonio. Son Leontina Calvo y su hija Beatriz Aladro Calvo. Después de haberse dedicado a la hostelería en Lugones, en el Mesón "El Casín", dejando buena muestra de su buen hacer en los fogones; razones familiares hicieron que volvieran a Caliao, donde Leontina y mi primo Armando viven con asiduidad. 
Aquí, Beatriz rehabilitó una antigua casa como apartamentos rurales: "Apartamentos Rurales La Prida". Lo hizo con un gusto indiscutible. No obstante, para que nadie me acuse de que la pasión me quita el conocimiento, aquí quedan unas imágenes y que sea el lector el que juzgue.

 Imagen de los Apartamentos Rurales La Prida

 Aparcamiento y merendero.

El merendero con nieve. Un estampa tan bella como evocadora.

 Detalle del merendero: La compañía del "texu". Un buen sitio para quien quiera intimidad.

Los Apartamentos Rurales La Prida, constituyen la atalaya ideal para despertarse, con un paisaje de montaña que te toma la mirada por asalto. Valga esta muestra tomada desde el aparcamiento anexo, para certificar lo que decimos.

SAN ANTONIO: OTRO TIEMPO,OTRA GENTE

1 de febrero de 2013

Cuando se echa la vista atrás, indefectiblemente uno se encuentra con los recuerdos. Son éstos los que constituyen el paisaje, la geografía vital de cada uno. Si cuando hablamos de la Historia "con mayúsculas" uno se refiere fundamentalmente a los hechos; cuando hablamos desde el terreno de lo personal, desde la "intrahistoria" como diría Unamuno, hablamos fundamentalmente de personas. Son por tanto las personas la urdimbre que sostiene toda nuestra arquitectura personal. No es por tanto extraño que cuando miramos un hecho concreto a través del tiempo, la fiesta de San Antonio por ejemplo, lo que vemos son ante todo personas.

Esta serie de fotografías probablemente estén colgadas en otro lugar de este blog. No me importa demasiado porque lo que queda es la gente. Silas datamos seguramenteestemos hablando  de la década de los noventa, hacia 1992. Había mucha más gente que en la actualidad. El día era espléndido. Al fondo se ve a Juan Manuel Calvo Calvo realizando "la puya de los llacones".

Detalle de la subasta. Juan Manuel de Antón con un "llacón de casa" en la mano (otro lo podemos ver en "el calastru"), yo mismo tomando nota de lo que saca cada uno y de frente Inés Calvo, Javier Bernard Millán (un amigo de la familia) y mi esposa Rosa Pilar Castañeda.Al resto no los conozco.

Da un poco de pena ver imágenes como ésta, porque mucha gente nos ha dejado. Ahora viven en nuestra memoria y forman parte no sólo de nuestros recuerdos sino de nosotros mismos.
Son Luis el de El Barrial (Coballes), Manuel Poli Durán (Manolo el de la Pequeña), con un "llacón recién subastáu", Toribio Poli Miguel con su sobrino José Luis Aladro Poli  y mi vecino Ángel Alonso Gao. Nunca pensé que fuera a echarlo tanto de menos. Ahora El Oteru, sin él y con la casa quemada, como un pecio varado en una playa, es otra cosa ¡Qué pena!

Fuente: Francisco Poli Miguel (h. 1992)