Cuando llega la primavera, en Caliao revienta la vida por todos los rincones de modo que los lugares más insospechados se convierten en la cuna de una flor. Un muro, un tronco de una cepa madre de castaño se viste de musgo, se pone su abrigo verde envolviendo de matices todo cuanto le rodea. Tampoco los tejados son ajenos a este empuje de la vida por ser eso, vida.
Cualquier detalle constituye por si mismo un estímulo para la vista.
Un motivo para dar rienda suelta a los sentidos... Lo sencillo, lo natural nos llama...
Como si lo que se ofrece a nuestros ojos pidiendo protagonismo en su pequeñez, solo pudiera pertenecer a los paisajes mágicos de los cuentos infantiles.
La primavera parece querer bajar de los tejados, al igual que la niebla baja de la montaña.
2 comentarios:
Un cuadro naiz, precioso.
es precioso, el único problema que cuando el mofu y les plantes tan por los teyaos mala seña salvo que se ponga solución
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