A veces, uno tiene la sensación de que ciertos paisajes esconden todo un mundo de fantasía. Es como el marco narrativo de un cuento. A mí me pasa con el que sigue.
Siempre me gustaron los hayedos por la limpieza del sotobosque que permite ver todo el paisaje en su integridad, con las formas caprichosas de los troncos, con los musgos dando fuerza a lo que te entra por los ojos y te transporta a otra dimensión.
Todo parece encantado, pero no tanto. Los sonidos del bosque llenan todos los silencios e invitan a sentir la vida en cada paso. Todos esos sonidos que son una parte de la vida que encierran y transmiten
El sustrato acolchado formado por el humus de las hojas de las hayas que el viento ha ido sedimentando año a año, contribuyen a añadir fantasía a lo que se siente.Es una sensación placentera el sonido de las hojas secas al contacto con nuestros pies.
Y cada paso sonoro viene acompañado por el presentimiento de que algo va a suceder. Estamos en el sendero hacia la majada de La Robre, después de haber dejado atrás El Collaín, sin llegar a La Portiella.
Cada curva parece que va a ser la última. Uno siente que se va a abrir el paisaje ante nuestros ojos como cuando en el teatro "se abre el telón". Y de pronto sucede. Hay otra luz y otro cielo aunque no sea infinito.
Un paisaje asentado en la memoria, un paisaje que nuestros pies pisaron en más de una ocasión; un paisaje capaz de evocar recuerdos muy diferentes.
Son Los Canteciellos y el Monte La Soterraña, vistos desde El Vallín de Treslacueva.
1 comentarios:
Todo un placer,estas imagenes trasmiten un magnetismo que solo los que nos gusta el monte podemos entender, nunca he dejado de subir al monte sobre todo en el otoño,lo recomiendo a todos aquellos que no lo conozcan es uno de los placeres que el ser humano puede sentir.
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