Ignacio y Pilar no son gente del mundo de la navaja, aunque tangencialmente sí. Fui en una ocasión por su casa con Ignacio Castelao. Habíamos ido a Taramundi por cuestiones de navajas y el hecho es que en El Teixo compartí con ellos mesa, mantel y una larga sobremesa hablando de cosas de la tierra: la caza, los daños de los jabalíes, los tejos que dan nombre al pueblo, su panera, los libros.... Fue una tarde estupenda. Supieron llevar conmigo las normas de la hospitalidad hasta el extremo de que no me sentí extraño en ningún momento.
Pasado el tiempo, cuando preguntaba por ellos a Ignacio Castelao, me iba diciendo que su primo no andaba muy bien de salud. La última vez que pregunté por él en Taramundi, me enteré que había muerto. Lo sentí mucho, pues ni siquiera me había enterado. Quisiera que estas líneas fueran ante todo un acto de gratitud y el recuerdo cabal de una gente que con su modo de vivir acaba honrando a todo un territorio. Gracias por haberme atendido con todos los ingredientes que lleva la palabra amistad.
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