Cuando el color del otoño explosiona, tiene los días
contados. Toda su plenitud la perciben los sentidos en muy pocos días. Colores
vivos para las hojas muertas, colores cálidos para los fríos que amenazan. Se
llenan el alma de luz y de calma. En el aire flota, como un perfume, la
melancolía de cada tarde.
Cada mirada es una invitación formal al disfrute y al sentimiento. Dejemos pues el campo abierto a las miradas; que el paisaje sea solo miradas y por lo mismo, las miradas, sólo paisaje.
Por entre las hojas de roble, el Valle Isornu, "col borrín enredando per entre les fayes" de La Frayada.
Caliao dormita en las primeras horas de la tarde.
Estirando su cuello, aparece la espadaña de la iglesia, entre hojas y hierbas teñidas de otoño.
0 comentarios:
Publicar un comentario