HABLANDO DE LLOBOS

22 de abril de 2015

Desde que el hombre domesticó sus primeros ganados allá por el Neolítico comenzaron los problemas con los llobos. Es fácil de entender: cada uno defiende lo suyo.Los ganaderos defienden sus ganados y los lobos necesitan sobrevivir; por eso matar está en su naturaleza.
No es extraño por tanto  que los llobos formen parte de la vida cotidiana de las gentes que nacieron y vivieron en la montaña, como nos ocurre a nosotros, los que nos tocó venir al mundo en las de Caliao.Crecimos oyendo hablar de llobos y de los problemas con los llobos. 
los llobos están en nuestra toponimia (El Colláu Riallobil), en nuestro refranero ("Por San Fernando, la lloba pariendo o rabexando" - 30 de mayo-.// "Lo que el llobu faz, a la lloba-y plaz". Este último se correspondería con el refrán castellano "Los que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma opinión", en aquella tradición oral tan rica como irrepetible que contaba historias y peripecias que les habían sucedido a unos y a otros, como cuando los fiyos de Antón imitaron los aullíos de los llobos hacia la sombría y les vaques de La Robrilla amañaren un estropiciu y salió Santos Gonzalo de la cabana a espantálos y enfadóse munchu cuando se enteró que habín siu los sos sobrinos, al paecer con una cuerna...
_"¡Me caso con Cristo!. Diz que foren los rapaces...".
Cuando contaban estas historias nos hablaban de la "ronquiella" para espantarlos, de salir  a dar voces de las cabañas y cosas así
Lo mismo cabría decir de la pervivencia de términos de la familia de "llobu" en el lenguaje:
* "llobil": ameno para los llobos. Dicen que "la Riega L'Acéu era muy llobil" en otros tiempos.
* "Ser un llobu": Ser insaciable, codiciar lo ajeno, "non ser fartaeru".
* "Facer una llobada": Ocasionar los llobos una matanza entre el ganado.
* "Haber una llobada": Haber muchos llobos en una determinada zona o territorio.
Por todo ello y con la misma naturalidad, si el hombre a través de la historia se defendió del llobu, no es menos cierto que lo va a seguir haciendo. 

Lobo muerto en tiempos de Domingo Calvo. No sé el lugar
Es muy frecuente que desde distintos estamentos se niegue la existencia de llobos en muchas zonas cuando los ganaderos se quejan de los daños que sufren, o se eche la culpa de los daños a perros asilvestrados, hasta que de vez en cuando aparece un llobu colgando de una señal de tráfico (la última vez hace una semana o dos) y entonces ya nadie discute si "aquello" es un llobu o no. Desde ciertos sectores, que les importa un comino el sufrimiento de la otra parte, invocan al conservacionismo, incluso a Europa como si Europa no tuviera el convencimiento de que quienes están verdaderamente en peligro de extinción son los habitantes de los núcleos rurales que paradógicamente son quienes en gran medida "costean" con sus ganados la existencia del cánido. Cuando se invocan las razones económicas, me gustaría que quienes aducen que los ganaderos son tramposos, "que llevan ganado al monte para que una administración se lo pague por encima de su valor", cosa que nunca he visto, sí la contraria, como decía, me gustaría que quisieran equilibrar la balanza y que unos cuantos meses al año, renunciaran a una parte de su nómina, para intentar solucionar el problema. No estaría mal meter ese dinero en un fondo y usarlo exclusivamente para pagar daños... hasta el momento presente suma cero.

Bromeando con un llobu en la misma época (Años sesenta)

Claro que una cosa es predicar y otra dar trigo. Nunca supe de nadie que lo hiciera. Con lo cual hablar por hablar es vender humo. Recuerdo aquel "charlatán" de feria (en Caliao emplean el término"platigueru" para lo mismo), que venía los jueves al mercado comarcal de La Pola que vendía bolígrafos. Ataviado con un gorro de explorador a lo Livingstone y con un micrófono sujeto al cuello con un artilugio de alambre, iba anunciando su mercancía sumando bolígrafos de regalo al precio del bolígrafo inicial, hasta que la oferta era irresistible. Cuando escucho la cerrazón de algunos parapetados en el conservacionismo para prohibirlo todo y sin arriesgar nada, recuerdo con nostalgia al charlatán de La Pola, que al fin y al cabo supo hacer del noble oficio de hablar, una profesión para poder vivir de ella. Él al fin y al cabo vivía de vender bolígrafos. Claro que del llobu también vive mucha gente, pero ninguna tiene ganado.
La realidad actual es que una administración para pagar el daño de los llobos exige que se encuentre al animal muerto (no siempre ocurre) y que un guarda oficial tase el daño y certifique que es obra de los llobos, hecho que tampoco ocurre siempre. Los ganaderos saben lo que es salir de casa, caminar 14 horas buscando un animal, venir fundido a casa por la tarde sin haberlo encontrado y mañana volver a buscarlo y pasado, para tener suerte de encontrarlo o no e iniciar el proceso.
Aunque no es la única de las razones, ésta es importante y los pueblos están condenados sin remisión a desaparecer. Y con ellos se irá toda una manera de vivir, toda una cultura Es cuestión de tiempo, de poco tiempo. Luego buscaremos los ecos de lo que fueron en cualquier buen tratado de antropología, en las bibliotecas, suspirando que el antropólogo de turno haya hecho el suficiente trabajo de campo como para conocer la realidad de primera mano. En Asturias tenemos suerte de que A. García Martínez lo haya hecho. Encontraremos esa realidad de la que ya hablo en pasado en sus libros.
Si el hombre debe ser juez y mantener el equilibrio de las especies, controlar el número ideal de llobos que pueda soportar un territorio, eso implica hablar y conocer censos, hacerles un seguimiento y procurar que el mantenimiento de estos no sea a costa de ningún sector, ni de ninguna otra especie. Volvamos al término "equilibrio". 
No entiendo cómo no se incluye la caza como especie cinegética, regulada por una administración, para mantener esos niveles poblacionales óptimos , pudiendo utilizar el dinero generado para satisfacer los daños que la misma especie provoca.Sé que en algunas comunidades autónomas de España se hace. Pero bueno, yo ni siquiera soy cazador.

Fuente: Carmina la de La Puentepiedra (C. Blanco Prado)

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