RECORDANDO A EMILIA GONZALO GONZÁLEZ

4 de mayo de 2015

Cultivé en vida una amistad franca con Emilia Gonzalo, "Milia la de Rosendo" para los de Caliao. La admiré mucho entonces y lo sigo haciendo ahora. Siempre me pareció una persona extraordinaria, que nunca dejó de impresionarme, con aquella memoria tan supoerlativa, tal vez la mayor y  más capaz que el tiempo me vaya a permitir conocer. Y después tan ocurrente.
No sé por qué razón me acuerdo ahora de ella y ma apetece escribir. Siempre me pareció una jugada del destino, que en aquel empobrecido principio del siglo XX en Caliao (hablamos de 1913), hubieran nacido dos de las mentes mas claras que haya dado este pueblo, y separadas por un camino, la quintana de Llamapodre. Estoy hablando de Milia y de Oliva Armayor, aunque creo que alguien me dijo que Oliva era de un año antes o de un año después. Lo mismo da. En todo caso creo que merece la pena recordar que hubo una maestra que se encontró con ellas en la escuela y habló con sendas familias sobre la conveniencia de que siguieran estudiando, algo que sucedió en el caso de Oliva, llegando a ganar una cátedra de Literatura en Madrid, amén de un importante trabajo de investigación con un puñado de artículos publicados en el RIDEA y que fueron pioneros  de las publicaciones de  y sobre Caso. No sucedió lo mismo con Milia, pese a tener un potencial tan enorme.
Era una delicia estar con ella porque siempre acababa por sacar de aquella cabeza tan lúcida algo que era capaz de asombrar al interlocutor. Recuerdo una vez en la que se quejaba contra mí de algunas cosas trágicas que que habían marcado su vida y me espetó aquellos versos, sacados de quién sabe donde: 

                               "Ojos míos no lloréis,
                                lágrimas tened paciencia
                                que quien vaya a ser desgraciado,
                                desde la cuna comienza."

 Ya era muy ocurrente su padre, Rosendo Gonzalo. Nos recordaba mi madre este fin de semana, en una ráfaga de lucidez, aquella vez en la que iban a comer y Milia habría dicho "que no tenía fame" porque habría fideos y no serían santo de su devoción; alo que le replicó su padre como un fulminante: "Come más la to sin fame, que la fame de un rabañu".

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi recuerdo a Oliva Armayor como me gusta que la menciones lo echaba en falta.he podido disfrutar desde que nací de su cariño.mis conversaciones de adolescente.y de mayor hasta que su memoria le fallo.tanto ella como Elvira han sido un poco mi madre las recordare con enorme cariño y gratitud toda mi vida, cuando en tu vida hay personas que te aportan tanto es un lujo que no puedes olvidar .En cuanto a Milia peculiar tenia que ser mi padre siempre hablaba de ella que era muy lista decía Milia era mucha Milia.un abrazo M A Gonzalo