JOSÉ CASTAÑEDA LUCAS

3 de enero de 2018

El teniente de carabineros José Castañeda Lucas es el primero por la izquierda.

Hace tiempo que tengo ganas de escribir sobre él por muchas razones y como sólo queda un hijo para corregirme,  no puedo tardar demasiado en hacerlo. Todo lo que sé de su vida, lo sé de oídas y siempre me pareció que su vida tenía la fascinación de las novelas, ahora que soy consciente que la realidad puede superar a la ficción y casi siempre lo hace. Parece la historia de un hombre surgido de la niebla en la que sus orígenes se difuminan tanto que es difícil ponerle un principio. Nació en Calzada de Valdunciel, provincia de Salamanca, localidad situada en la carretera de Zamora, a 13 km. de la capital. Echando cuentas, debió suceder hacia 1872. Era huérfano total  y lo que se sabe es que se crió con una familia que lo trató como a uno de los suyos, solo que al llegar a los veinte años se dio cuenta que él en realidad allí no tenía nada y al igual que el otro salmantino universal, el Lazarillo de Tormes, se lanzó a recorrer mundo.
Entró en el cuerpo de carabineros y lo destinaron a Marbella, donde conoció a la que habría de ser su mujer, Isabel Lara Reinaldo y con ella fue recorriendo destinos, en muchos de los cuales nacieron sus hijos. La mudanza se convirtió de este modo en algo inseparable de su vida.
Así fueron naciendo Pepe en Marbella, Anita, en la Línea de la Concepción (Cádiz); Pilar en San Roque (Cádiz) y de allí la estancia por tierras de Cataluña, con varios destinos, entre ellos, Vilanova y la Geltrú. Esas localidades, aunque Pilar me las dijo muchas veces, no las apunté  y hoy soy incapaz de recordarlas. Pero como Isabel Lara no callaba con la cantinela de "mi  Marbella", en ese rodar y rodar, siempre estaba el pueblo de sus orígenes como brújula marcando un destino. En esas estancias temporales con destino en Marbella, nacieron Anselmo y Manolo; este último en la calle Peral, que todavía existe. A Carlos le tocó nacer en San Lorenzo de El Escorial (Madrid).
Pero era tan fuerte la querencia del Mediterráneo y tal la quejumbrosa letanía de "mi Marbella", que Julio ya nació en  San Luis de Sabinillas, pedanía perteneciente al término municipal de Manilva, donde presumen de las mejores uvas moscatel del mundo. De ahí a Casares, en la costa del Sol, donde Manolo nos contaba que se asomaban los burros a las ventanas porque era un pueblo inclinado y nos matábamos de risa. Casares, lugar de nacimiento de Blas Infante, padre de la patria andaluza, coincidiendo ambos personajes en la misma localidad  y la misma época.
Y finalmente Marbella. Otra vez Marbella con su peregrinaje particular por la localidad. No puedo precisar cuantas casas habitaron.Vivieron en la Plaza de los Naranjos, junto al Ayuntamiento, lo que hoy es la zona más noble del pueblo. Pero entonces sucedió que Anselmo, del que sus hermanos me hablaron maravillas, no pudo con la tuberculosis pese a sus dieciocho años, e Isabel Lara dijo que no quería vivir más en esa casa en la que había muerto un hijo y se mudaron a una casa de pescadores en la primera línea de playa, que por aquel entonces estaba rodeada de arenales. y de ahí a la que yo conocí, casi pegada a la anterior, en la avenida Antonio Belón.
Y para que no faltara nada, vino la guerra civil y el crucero Baleares, según me contó Pilar, bombardeó el pueblo y se produjo "la desbandá". La gente marchó con lo puesto en dirección  a Málaga y en esa marabunta de gente que huía, se perdió Manolo, que tenía seis o siete años. Por uno de esos milagros que a veces suceden, acabaron encontrándolo, preguntando a la gente  en semejante desbarajuste. Después de llegar a Málaga, el regreso y el final de la guerra y el hambre, como en el resto del país.
Para buscar una solución, el teniente Castañeda, que ya estaba retirado, atendió la solicitud de oficiales que hizo el ejército vencedor por haber muerto muchos en la contienda. Debían trabajar en la dirección de los campos de concentración, pero él iba con las cartas marcadas. Primero estaba la suspicacia de haber pertenecido a un cuerpo que se mantuvo fiel a la república y en segundo lugar actuar con humanidad, siguiendo los dictados de la conciencia. No obstante, para algunos de sus compañeros que tal vez no conocían la expresión latina "Vae victis" (¡Ay de los vencidos!), pero que querían humillar a quienes habían perdido la guerra, acabaron denunciándolo por no actuar con el rigor necesario y fue expulsado de aquel trabajo en Ciudad Rodrigo (Salamanca) y no sólo eso: Le quitaron su pensión y él y su familia vivieron durante tres años de la generosidad de los vecinos, seguramente para demostrar que antes de recoger hay que sembrar.
Pasado este tiempo, se encontró con un militar conocido y al contarle el caso le pareció tan injusto que movió los hilos suficientes y le fue devuelta la pensión y los atrasos correspondientes al periodo en el que le fue retirada.
Otro tipo represalia más larvada que alcanzó a sus hijos, prefiero guardarla para mí, porque tampoco ellos querían hablar mucho del tema.
El teniente José Castañeda Lucas murió en Marbella en 1956 a los 84 años y allí está enterrado junto a su mujer y casi todos sus hijos, al amparo de la brisa marina y La Concha, detrás, como un totem protector.

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