TRINIDAD MARCOS PÉREZ

14 de abril de 2011


En un rincón de Salamanca, con la piedra dorada al fondo que tanto cantara Unamuno.

Pili Ordóñez, Rosa Pilar Castañeda, Trinidad Marcos, J. Miguel Aladro y Marcelino Begega.
A MI AMIGA TRINIDAD MARCOS PÉREZ


Pola de Laviana, 13 de abril de 2011

         Queridísima Trini:
Ya hemos comenzado otro curso, ya nos ha llevado hasta las vacaciones de Semana Santa sin que pudiéramos hacer nada y me sigue faltando tu voz y tu presencia.
¡Cómo no echar en falta tu generosidad y tu fortaleza de torre medieval! Creo que nunca te di las gracias y tengo/tenemos tantos motivos para hacerlo…Lo nuestro contigo fue como echar en falta el aire, justo en el momento en que se tienen dificultades para respirar. Tú siempre  supiste estar en el lugar y el momento adecuados, cuando hacía falta. Dicen los del mundo del fútbol que los buenos delanteros hacen lo mismo. Entre tus muchas virtudes estaba la de no tener que pedirte nunca nada, porque antes de que esto sucediera ya te habías adelantado. Bien es verdad que cuando uno da  otro recibe, y que toda tu vida te empeñaste en ejercitar más lo de dar que lo de recibir, con todos los que tuvimos la suerte de disfrutar con tu compañía.  Tampoco es que te lo ocultáramos nunca. Las veces que te habré dicho que yo era más egoísta y tú te reías… ¡Ay Trini, cuánta falta nos haces y cómo te echamos de menos!
         En la vida, sólo los más afortunados tienen la suerte de encontrarse con personas que a fuerza de ejercitar la generosidad, se convierten en  personas-refugio. Son como los abrigos naturales que a lo largo de la historia de la navegación, encontraron y disfrutaron los navegantes. Su mayor virtud era estar allí cuando se necesitaba. Nosotros, que tuvimos la fortuna de encontrarte, acudíamos a ti con la misma naturalidad  con la que tú te mostrabas y evidentemente estabas ahí siempre, sin defraudarnos nunca. Querida Trini, supiste hacer de todo tu tiempo, un tiempo de abrazar ( que nos perdone Onetti por robarle un título), de tus brazos una fuerza de acogida y de tu casa un lugar de encuentro.
         Nos habían dicho que el tiempo todo lo cura, pero ahora ya sabemos que, o es una verdad tendenciosa, o es una verdad a medias, o simplemente es una falsedad manifiesta. Estás tan presente en nuestras vidas como antes, pero eso sí, haciéndonos más falta que nunca. ¡A todos, Trini, a todos!
         Veinte años largos de cafés dan para mucho. Llegaban las cinco de la tarde y allá nos íbamos con puntualidad inglesa. Todos los que te conocemos, sabemos que entre tus virtudes está la de saber escuchar. Por eso tuviste que oír nuestros problemas. Y luego está lo de tu opinión tan ponderada. Tanto es así que vamos a seguir haciéndolo. Hablábamos de Castrillo, de Gamoneda, de los arrieros maragatos y de Llamazares, de las vidrieras de la Catedral de León y de los últimos tejedores del Val de San Lorenzo, de las nieves del Teleno y del Gaudí de Astorga mientras veíamos crecer a nuestros hijos. Tú, mi querida maragata, embajadora de tu tierra en otra a la que supiste dar lo mejor de ti misma: una familia, la amistad a manos llenas con los que estaban cerca y veintimuchos años de profesión formando a chicos y a chicas, años en los que fui testigo tanto de tu profesionalidad, como del cariño y admiración que  te tenían; cariño que supiste ganarte, ganándolos a ellos.
         Y luego vino lo de tu enfermedad y entonces comenzó a agrandarse tu figura hasta límites insospechados y según pasa el tiempo cada vez lo hace más. Es verdad que te habíamos oído hablar de la capacidad d los maragatos para aguantar el dolor. Tú misma presumías de ello. Pero nadie imaginó que hubieras querido ponerles el listón tan alto. Ahora difícilmente habrá alguno que pueda estar a tu altura. Supiste llevarlo todo sin una queja, la sonrisa dibujada en tu cara igual que siempre, ni tampoco se la oímos a ninguno de los tuyos. Simplemente viéndote nos llenabas de tal serenidad, que ya la enfermedad quedaba en segundo plano y era como si no pasara nada hasta que salíamos de tu casa y entonces todos nos derrumbábamos como naipes. Fue la tuya una lucha desigual, condenada a sucumbir pese a tu firmeza. En cambio nosotros estábamos allí como sin ver.¿Será que éramos inconscientes Trini, o será que no queríamos ver la realidad?
El caso es que, cuando aquel 22 de junio sonó el teléfono en el Centro Médico, mi hijo empezó a gritar y apareció una enfermera asustada preguntando qué pasaba, y no era su rodilla recién operada y nosotros quedamos desolados pareciéndonos mentira que hubiera sucedido.
Desde entonces intentamos llevarlo como podemos, como hacen los demás, recordándote a cada momento y cuando vemos que en los ojos de alguien asoma esa tristeza de pozo, pasamos de puntillas sin atrevernos a mirar, sin hacer preguntas. Hay temporadas en que estamos peor que en otras, como ahora que llegan las vacaciones y te escribo esta carta porque necesito hablar contigo. Espero que si la leen los tuyos no les haga más daño. No es esa su intención.
Espero que dondequiera que estés, nos estés esperando, pues como decía el verso de M. Hernández “tenemos que hablar de muchas cosas”.
Como siempre, un beso enorme .
Miguel Aladro.


1 comentarios:

julia dijo...

“Volverás en verano
y encalaremos juntos la fachada del tiempo.
Aquí todo envejece a ritmo campesino
y te echamos de menos cuando tus rosas
revientan como un tiro de sangre.
Todos los días del año son los más oportunos
para añorar al ser que nos ha abandonado.
Pero tú volverás;
yo sé que te apetece escuchar las rodadas
de la infancia entre la manzanilla;
yo sé que tienes ganas de entender
qué dicen las gaviotas cuando rompen el sol a picotazos.
Pero tú volverás
porque han puesto un autobús para llegar al nunca,
porque el pueblo se queda poco a poco,
porque quiero cambiarte unos cromos del llanto,
porque te necesito para labrar el frío.
Volverás a esa hora temprano
y los niños irán ya a la escuela en pantalones cortos
y te diré en secreto por qué cantan los gallos
y te llenaré un libro del olor de las cuadras.
Volverás porque a veces si nos falta algún rostro
el pasado es recién a cada siempre.”

Aurelio González Ovies