DESDE EL APRECEORIU (NOV. 2013)

25 de noviembre de 2013

 Uno de esos paseos placenteros que ofrece Caliao, es ir hasta La Campa'l Riu. Es muy sugerente porque siendo fácil de caminar (la altitud que se gana es muy pequeña) ofrece miradas muy diferentes. No es casualidad que unas cuantas mujeres, ya metidas en años, lo elijan para dar un paseo.

Y claro, llegando a El Apreceoriu, nadie es capaz de resistirse a hacer una parada y contemplar la el pueblo, la actividad más o menos intensa de sus moradores, las novedades; ya que se ofrece a nuestra vista como un lienzo colgado de una pared. Y además, ofrece una vista general del valle, ese fondo de saco que acaba guardado por sus montañas circulares que la dlo defienden como si fueran centinelas. 
Esa fue la ventaja que supo forjarlo a través de la historia como un pueblo con una fuerte personalidad en  la misma medida que tuvo que sufrir un aislamiento secular. Lo uno bueno para conservar con orgullo sus tradiciones, su modo de vida ancestral; malo en cambio para abrirse al mundo. Aún le cuesta y en esas estamos.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Miguel como tu bien dices un lienzo para colgar en la pared maravilloso; que voy a decir yo, cansada de caminarlo en mi juventud. Una vez más gracias por alimentarnos con tu blog fantástico. Un fuerte abrazo de una caliaeta.
T.C.P

Juan Miguel Aladro dijo...

Sí, Tere, tú bien puedes decir que tienes la vista cansada de ver esta imagen de todos los colores, con todos los matices posibles y también con todos los sentimientos que pueblan el alma de un ser humano. Pero, al igual que a mí, seguirá diciéndonos algo, más bien mucho, porque la tenemos grabada en nuestro ADN y forma y seguirá formando parte de nuestro paisaje espiritual hasta el fin de nuestros días, estemos donde estemos.Muchas gracias por tus palabras.
Un fuerte abrazo.

María del Carmen Calvo Márquez. dijo...

Comparto el sentimiento que aflora en sus palabras. Mi padre JUANIN decía y sentía lo mismo que Ustedes. Y recorrió paso a paso cada rincón de ese amado pueblo siendo un pequeñín.
Y con los años, ya en Argentina, se volvió más sensible y más apegado a sus vivencias de niñez y juventud, como pasa siempre.
Es verdad: Caleao queda grabado a fuego tanto en los nativos como en los que alguna vez tuvimos la alegría de conocerlo.