FORJANDO PAISAJES: AMANCIO CALVÍN

21 de noviembre de 2014

Conocí a Amancio Calvín hace muchos años. Era un hombre afable que estaba aún en activo y trabajaba en el taller actual en Vilanova. Hacía aquellas navajas de tenedor, con el tenedore forjado que ajustaban tan bien y me gustaban tanto. Me hizo algunas que guardo como quien guarda un tesoro. Luego vino aquella enfermedad de las articulaciones que acabó con su vida.
Le admiraba mucho y me encontraba a gusto en su presencia, siempre tan pegado a ese paisaje que lo rodeaba como si formara parte del mismo. Ahora sé que ese paisaje no era en absoluto ajeno a él y a otros personajes anónimos que afuerza de trabajo y sin grandes pretensiones lo fueron forjando a su medida, casi diría que a su imagen y semejanza; dia tras día, trabajando y trabajando y entendiendo la realidad circundante como un todo. Probablemente era necesariohacerlo así para sobrevivir: unas vacas, unas gallinas, unos conejos, la huerta, la fragua...
Como un todo la casa, la familia, los vecinos, compartiendo con ellos aquella solidaridad de ida y vuelta, de ayuda mutua,  tan necesaria para sobrevivir. Claro que en toda esta historia no es ajena Pura García, que aún mantiene ese concepto maravilloso de la vida y del mundo: "Y todo el mundo vivía"- me comentaba la semana pasada-, mientras recordaba aquellos tiempos.


Esta es una de esas fotos que supieron resistir muy bien el paso del tiempo y que certifican bien a las claras, lo dicho en las líneas anteriores.Son unos niños, y al igual que los de su generación, están apegados al trabajo.Llevan un carro de hierba o de paja. Amancio Calvín es el de la derecha, con la guadaña en el hombro. Es como poner una imagen a los versos de M. Hernández, en su poema de "El niño yuntero".


 Amancio Calvín en su viejo taller de Mousende, metido de lleno en el mundo de la fabricación de navajas y cuchillos, si se puede emplear ese verbo para un trabajo eminentemente artesano y que reciclaba los aceros ya usados de aquí y de allá.


Trabajando en el torno, en la elaboración de los mangos. Por aquel entonces, el boj era la madera de uso exclusivo.


Finalmente, con la satisfacción reflejada en la cara, acompañado de su hijo Manuel que ya hacía sus pinitos en  un mundo que a día de hoy sigue siendo el suyo y del que es un reputado y respetado maestro. A esto se le llama aprender desde la cuna y sé que en su caso no es una frase hecha. Manuel Calvín es la tercera generación de una saga de artesanos de la cuchillería de Taramundi. No es por tanto extraño que conozca todos los entrtesijos de un oficio cuya mayor virtud es suplir con imaginación la falta de medios para llegar con más mérito donde otros y poder competir y aún superar sus resultados.

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