MANUEL CALVÍN

18 de noviembre de 2014

Una de las palabras que más me gustan del asturiano es la de "ferreru" (en la zona centro), porque  responde muy bien a las variantes lingüísticas asturianas: En la zona oriental "herreru" (con h aspirada, que se pronuncia como j ) y "ferreiru" en el occidente del Principado, es decir, en la zona de las "ferrerías", esos ingenios hidráulicos con un mazo para estirar el hierro.
Esta seducción por las fraguas, me llevó hasta Taramundi hace muchos años y allí entré en contacto con el mundo de la navaja hecha a mano y lo que es más importante, con los artesanos. Trabé amistad con muchos y por tanto se puebla mi memoria de recuerdos y cómo no, de navajas. Como suele pasar, el ciclo de la vida también actuó con ellos sin concesiones y muchos se han muerto aunque no del todo.Es indiscutible que ya no pueden hacer aquellas navajas que me cautivaron, pero sus recuerdos permanecen tan vivos ahora como entonces. Otros siguen al pie del cañón, desarrollando su trabajo con dignidad y con esmero. Uno de ellos es Manuel Calvín, el tercero de una saga de artesanos del temple.Supongo que cuando me ve se echa a temblar porque sabe que el rendimiento de esa mañana se fue al garete. Yo en cambio disfruto enormemente viéndole trabajar.
A M. Calvín le gustan los retos, aquellas creaciones que necesiten de ese talento natural capaz de crear algo nuevo. En eso se diferencia del trabajo de un artesano al uso que procura no hacer demasiadas en sus obras por el tiemplo que se emplea en ello. Esta vez, la disculpa fue un rasero. Todo lo demás parecía una cosa mágica.


Todo comenzó con una varilla de hierro que se calentó en la fragua.

 Lo demás ya fue contemplar el rojo cereza del que hablan los entendidos, martillo y yunque.

Y ver transformarse aquello como si fuera plastilina, sin más papeles por donde mirar que los que Manuel tenía en la cabeza, mientras charlábamos de todo un poco.


 Y entre la música metálica del yunque y el embrujo del fuego, fue tomando la forma de lo que quería ser.Era como si el hierro pidiera que se le diera esa forma.



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