HOGAR, DULCE HOGAR

1 de mayo de 2013

Me resultaría impensable ir a "cae mio madrina" y que sus dos gatos no estén ocupando un lugar preferente en su cocina. Tal es así que cuando uno de ellos faltó unos días estaba verdaderamente disgustada. Por supuesto, quienes frecuentamos su cocina, si falta su mansedumbre, también la echamos de menos.Ya cambió todo, la cocina tiene otra fisonomía diferente, más atractiva, más moderna; pero ellos siguen deambulando por allí cual dos peluches vivientes, tan acostumbrados a ese ámbito que son capaces de abrir el pestillo de la puerta para salir. Claro que para creer esto último hay que verlo.

Su presencia se hace patente, bien sea buscando lo que queda del calor de la lumbre...

o bien ejercitando esa costumbre tan española de la siesta. Eso es, la siesta del gato, una imagen capaz de quitar el estrés a cualquiera, más ahora, en este mundo cambiante y tan lleno de problemas.

Fuente: Serafina Calvo

1 comentarios:

Ani (Bs As) dijo...

Los gatos de Caleao. No sé si en todos los pueblos hay gatos, pero en Caleao sí y quien de allí se fue conservó la costumbre. Por lo menos en mi familia así fue. Recuerdo a la tía Luisa que en su casa de Lomas tenía gato, perro, pites y su propia huerta. Un pedacito de Caleao en su casa de Buenos Aires. Mi padre siempre tuvo gato, tanto en casa como en el negocio. Mi prima Adriana siempre tuvo gato. Cuando estuve este último julio allá y vi gatos, pensé..."los gatos de Caleao"...